miércoles, diciembre 15, 2010
ONCE APUNTES SOBRE INFIDELIDAD
1. Acabo de ver 'Closer' por quinta vez, y he quedado tan descorazonado. Como en las cuatro veces anteriores, la película me volvió a dejar la misma irresoluta pregunta en la cabeza: ¿de qué sirve sostener una relación, si la condición humana, tarde o temprano, arroja a uno de los dos, a ella o a ti, a ti o a ella, al engaño y la mentira?
2. Dirán que soy muy pesimista y dramático, pero tengo razones para mantenerme desconfiado. Fíjense. Por un lado, todo el mundo está de acuerdo en que decir la verdad es lo más saludable; pero por otro lado, está probado que el secreto es una institución vigente dentro de cualquier vínculo amoroso. Todos sabemos que a la novia (o al novio) no se le puede decir todo. Es imposible. Hay cosas que conviene callar u omitir, porque su revelación exigiría demasiadas explicaciones y abriría incómodas fisuras que más tarde se convertirán en heridas incurables. Puede que se trate solo de pensamientos ordinarios, o de acontecimientos tontísimos (una llamada telefónica, un mensaje de texto, un correo electrónico), pero el hecho fáctico es que todos aprendemos a ocultar algo.
Lo grave, en todo caso, no es que existan esos secretitos cotidianos, sino que se acumulen en el tiempo. De pronto, ya no negamos uno o dos mails, sino toda una conversación comprometedora, y sin darnos cuenta nos hemos acostumbramos a mentir y sobreactuar de una manera extraordinaria. Cuando somos descubiertos, empleamos los pretextos más subnormales: "no te lo dije para no hacerte daño", "no lo hubieras entendido", "lo quise manejar yo, pero se me fue de las manos".
Para evitar ese desgaste hay quienes promueven la idea de decirse absolutamente todo, en un destemplado ejercicio de sinceridad y transparencia. El dilema ahí es que no todas las personas están preparadas para manejar la verdad. Saberlo todo también puede volverte loco.
3. Me parece que el error central radica en que uno se abraza con todas sus fuerzas a la idea de la exclusividad, al sentido literal de pareja, cuando eso parece ser solo un bonito espejismo. Creo que siempre, inevitablemente, habrá una tercera persona. O mejor dicho, siempre necesitaremos que la haya. Mi analista sostenía una teoría interesante. Según él, uno, a lo largo de su vida, reproduce la figura del triangulo amoroso porque es la primera construcción que conoce al nacer [papá, mamá, yo], y luego, de modo inconsciente, tiende a repetir triángulos en sus relaciones sentimentales. Por eso -me decía- nunca nos falta de quien sospechar: del ex, del mejor amigo, del vecino, del jefe, del chico nuevo de su oficina, del profesor joven.
Suena enfermizo y autodestructivo, pero es como si quisiéramos que haya alguien cubriendo el papel de agente peligroso. Y es increíble, porque a veces es uno mismo el que le otorga 'poder' a esa tercera persona. Quizá tu chica no está ni mínimamente interesada en ese sujeto, pero tus dudas, tus celos y tus miedos le dan vida, lo nutren, lo amamantan y, cuando menos te das cuenta, has creado a un monstruo gigante del que ya no puede deshacerte.
4. A veces me pregunto ¿qué es exactamente la fidelidad? ¿Un talento, una actitud de autocensura o una noble aspiración compartida? Digamos, por ejemplo, que tengo novia. Una noche salgo solo con mis amigos y conozco a una chica preciosa. Hay un evidente coqueteo de parte de ambos y de pronto la muchacha se pone en bandeja. ¿Soy infiel por coquetearle? ¿Soy fiel si decido no acostarme con ella aún cuando tenga unas inmensas y volcánicas ganas de hacerlo? ¿Soy infiel por desear ir a la cama con otra mujer? ¿Cuáles son los límites mentales de la fidelidad? ¿Existen esas fronteras borrosas?
5. Para la típica lógica machistoide, el hombre es un polígamo que intenta reformarse pero que, de vez en cuando, 'puede' ser infiel sin que eso implique mayores compromisos emocionales. En cambio, la mujer -de acuerdo con esa misma lógica- si es infiel es porque guarda sentimientos de por medio hacia la persona con quien cometió la infidelidad. En resumen: se cree que el hombre 'puede' involucrarse con una fulana y luego continuar con su novia, pero una mujer no, ya que un desliz suyo tiene necesariamente un correlato sentimental. ¿Es aún cierto eso? Me parece que ahora las mujeres tienen menos escrúpulos y han igualado a los hombres en el dudoso mérito de enredarse con otra persona a espaldas de su pareja, por el solo gusto de hacerlo.
6. Díganme si no son ridículas las maneras en que la cultura popular disfraza la palabra infidelidad. Intentaré un top five. 1) "Sacar los pies del plato", 2) "Tirar una cana al aire", 3) "Poner los cuernos", 4) "Sacarse la vuelta" y 5) "Tener una aventura". ¿Alguien conoce otra? Todas son extrañas metáforas que evaden el matiz del engaño y la mentira. A eso se reduce todo: incluso cuando queremos hablar de las mentiras utilizamos fórmulas mentirosas.
7. Una cosa sí me asusta. Elegir a una persona para, digamos, convivir, y luego encontrar otra con la que me lleve mucho mejor, con la que haya más química, con la que me sienta más realizado. Esa debe ser la gran tragedia del matrimonio: casarte con alguien sabiendo que lo hiciste "hasta que la muerte los separe" y un buen día cruzarte con otra persona que clandestinamente te haga más feliz.
8. Una vez fui infiel y luego fueron infieles conmigo. Conozco los reveses de la misma moneda, y puedo decir que el engaño no tiene cura. El perdón es como un esparadrapo: disimula la falla, pero no la elimina. Las consecuencias de un engaño son inmanejables y alteran tu destino. También puedo decir que es mentira que las infidelidades ocurren solo en las coyunturas críticas de la pareja. Hay gente que miente con un histrionismo digno de Televisa y cuando menos lo piensas pues más te está engañando. ¿Por qué he sido infiel? Supongo que porque no estaba del todo enamorado, pero esa respuesta también me preocupa, porque no sé si alguien puede estar enamorado "del todo".
9. Es terrible descubrir una infidelidad, o confirmarla. Es un momento rarísimo, porque se agolpan en el pecho la indignación, la rabia, la venganza, la tristeza, la decepción, la traición, la pena morbosa de saberte hecho pedazos. Nadie debería ser sometido a esa tortura. Si cometer una infidelidad genera adrenalina, descubrirla provoca pánico.
10. Antes creía en el karma: en que si hacía algo bueno, obtenía un saldo bueno, y si actuaba mal, pues algo malo me pasaría más adelante. Ahora no. Ahora creo que todo es azaroso y circunstancial. Hacer cosas malas no necesariamente te granjea desastres, ni hacer el bien todo el tiempo te asegura una vida pacífica y feliz. Conozco hombres tradicionalmente infieles, pendejos profesionales, cuyas novias ingenuas los ponderan e idolatran. Y conozco hombres que son la nobleza personificada y que, sin embargo, han sido víctimas de infatigables noviecitas infieles. ¿Quién administra justicia en las relaciones? Simple: nadie. Si alguien creía que había justicia en el amor, pues sea bienvenido a la tribu de los desencantados. Al fondo hay sitio.
11. A pesar de todo, aún creo en la fidelidad. Quiero decir, en MI fidelidad. Soy la única persona por la que podría poner las manos al fuego, aunque a veces, lo admito, a mí también me gusta engañarme y sacarme la vuelta.
RENATO CISNEROS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario