jueves, octubre 31, 2013

22 LA ORACION

Entonces, una sacerdotisa dijo: Háblanos de la Oración.  

Y él respondió:

Oráis en vuestra pena y en vuestra necesidad;
deberíais también hacerlo en la plenitud de vuestra alegría
y en vuestros días de abundancia.

Porque ¿qué es la oración sino la expansión de vuestro ser en el éter viviente?
Y si es para vuestra paz que volcáis vuestra oscuridad en el espacio, es también para vuestro deleite el derramar el amanecer de vuestro corazón.


Y, si no podéis sino llorar cuando vuestra alma os llama a la oración,
ella os enjugará una vez y otra aún llorando hasta que encontréis la risa.


Cuando oráis, os eleváis para hallar en lo alto
a los que en ese mismo momento están orando
y a quienes no encontraríais sino en la oración.

Por lo tanto, que vuestra visita a ese invisible templo
no sea más que éxtasis y dulce comunión.
Porque, si entrarais al templo solamente a pedir, no recibiréis:
y si entrarais aun a pedir por el bien de los otros, no seréis oídos.
Es suficiente que entréis en el templo invisible.

No puedo enseñaros cómo orar con palabras.
Dios no oye vuestras palabras
sino cuando El Mismo las pronuncia a través de vuestros labios.
Y yo no puedo enseñaros la oración de los mares
y los bosques y las montañas.

Pero vosotros, nacidos de las montañas, los bosques y los mares,
podéis hallar su plegaria en vuestro corazón.
Y si solamente escucháis en la quietud de la noche,
les oiréis diciendo, en silencio:

"Nuestro Señor, que eres nuestro ser alado,
es Tu voluntad la que quiere en nosotros.
Es Tu deseo, en nosotros, el que desea.
Es Tu impulso el que, en nosotros,
cambia nuestras noches, que son Tuyas,
en días, que son Tuyos también.

No podemos pedirte nada
porque Tú conoces nuestras necesidades
antes de que nazcan en nuestro ser:

Tú eres nuestra necesidad
y dándonos más de Ti,
nos lo das todo."


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