sábado, junio 16, 2012

LUCHAR SIN MIEDO Y SIN ESPERANZA

A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza

Una vez un rey dio una fiesta. Invitó a las princesas más bellas del reino.

Un soldado de la guardia vio pasar a la hija del rey. Era la más bella de todas. Él se enamoró enseguida pero, ¿Qué podía hacer un pobre soldado ante la hija del Rey?

Finalmente un día consiguió encontrarla, y le dijo que no podía vivir más sin ella. La princesa se quedó tan impresionada por ese fuerte sentimiento que le respondió al soldado: “Si sabes esperar cien días y cien noches bajo mi balcón, entonces yo seré tuya”.
¡Caramba!. El soldado fue allí y esperó un día, dos, diez días, veinte días. Todas las noches ella lo controlaba por la ventana. Él no salía de allí. Con lluvia, viento o nieve el continuaba allí… Los pajaritos le cagaban encima, las abejas se lo comían vivo, pero él no se movía.

Después de noventa noches él estaba transformado. Había adelgazado mucho y estaba pálido, le caían lágrimas de los ojos y no podía contenerlas, porque ya no le quedaban fuerzas ni para dormir… y la princesa continuaba mirándole.

Cuando llegó la noche noventa y nueve, el soldado se levantó, agarró la silla y se fue.

- ¿Pero cómo?, ¿Al final?

- Sí. Casi al final de todo, Totó. Y no me preguntes el significado, ¡yo no lo sé! Si lo entendiste, explícamelo tú…”

Fascinante. Creo que:
  • Nadie que te obligue a hacer un sacrificio extremo para obtener a cambio su amor, lo merece. 
  • Nadie que sea capaz de permanecer impasible mientras te deshaces y te desmoronas y que no se compadece o corre a tu lado para darte el auxilio o el consuelo necesarios, merece ni un solo pensamiento de amor.

El valiente soldado se probó que podía superar el reto y ganó el combate contra sí mismo y, de paso, demostró con una lección que nunca olvidaría a la indolente princesa, que a partir de ahí y por muchos más que conociera, ninguno de los hombres de su vida llegaría jamás a acercarse a su valor, a su coraje, a su determinación, a su humildad y a la fortaleza de su corazón; un corazón capaz de amar probablemente más que ningún otro. 
“El verdadero combate empieza cuando uno debe luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando supera estos combates.”

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