martes, marzo 05, 2013
08 LAS CASAS
Un albañil, entonces, se
adelantó y dijo: Háblanos de las Casas.
Y él respondió, diciendo:
Levantad con vuestra
imaginación una enramada en el bosque antes que una casa dentro de las murallas
de la ciudad.
Porque, así como tendréis
huéspedes en vuestro crepúsculo, así el peregrino en vosotros tenderá siempre,
hacia la distancia y la soledad.
Vuestra casa es
vuestro cuerpo grande.
Crece en el sol y
duerme en la quietud de la noche, y sueña.
¿No es cierto que
sueña? ¿Y que, al soñar, deja la ciudad por el bosque o la colina?
¡Cómo pudiera juntar vuestras
casas en mi mano y, como un sembrador, esparcirlas por el bosque y la pradera!
Los valles serían
vuestras calles y los senderos verdes las alamedas y os buscaríais el uno al
otro a través de los viñedos, para volver con la fragancia de la tierra en las
vestiduras.
Pero todo eso no
puede ser aún.
En su miedo,
vuestros antecesores os pusieron demasiado juntos. Y ese miedo durará aún un
poco. Por un tiempo aún los muros de vuestra ciudad separarán vuestro corazón
de vuestros campos.
Y, decidme, pueblo de Orfalese,
¿qué tenéis en esas casas? ¿Y qué guardáis con puertas y candados?
¿Tenéis paz, el
quieto empuje que revela vuestro poder? ¿Tenéis remembranzas, los arcos
lucientes que unen las cumbres del espíritu?
¿Tenéis belleza que
guía el corazón desde las casas de madera y piedra hechas, hasta la montaña
sagrada?
Decidme, ¿las
tenéis en vuestras casas?
¿O tenéis solamente
comodidad y el ansia de comodidad, esa cosa furtiva que entra a una casa como un
huésped y luego se convierte en dueño y después en amo y señor?
¡Ay! y termina
siendo un domador y, con látigo y garfio juega con vuestros mayores deseos.
Aunque sus manos sean sedosas,
su corazón es férreo. Arrulla vuestro sueño solamente para colocarse al lado de
vuestro lecho y escarnecer la dignidad del cuerpo.
Hace mofa de vuestros sentidos
y los echa en el cardal como frágiles vasos.
En verdad os digo que el ansia
de comodidad mata la pasión del alma y luego camina haciendo muecas en el
funeral. Pero vosotros, criaturas del espacio, vosotros, inquietos en la
quietud, no seréis atrapados o domados.
Vuestra casa no
será un ancla, sino un mástil.
No será la cinta
brillante que cubre una herida, sino el párpado que protege el ojo.
No plegaréis
vuestras alas para poder pasar por sus puertas, ni agacharéis la cabeza para
que no toque su techo, ni temeréis respirar por miedo a que sus paredes se
rajen o derrumben.
No viviréis en tumbas hechas
por los muertos para los vivos y, aunque magnificente y esplendorosa, vuestra
casa no se adueñará de vuestro secreto, ni encerrará vuestro anhelo.
Porque lo que en vosotros es
ilimitado habita en la mansión del cielo, cuya puerta es la niebla de la
mañana, y cuyas ventanas son las canciones y los silencios de la noche.
Khalil Gibran
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