viernes, julio 16, 2010

EL VENDEDOR DE SUEÑOS

" Doy una rosa roja, un rayo de sol solitario en una oscura noche o mis pensamientos más secretos si tu sueño es mío por un sólo día."

__No, no puede ser totalmente tuyo. Estos sueños míos no. No puede ser.
__Tienes todo y lo único mío son estos sueños que te muestro.
__Compartirlos sí podemos, hermano mío...

La tarde era amarilla, tierna y brillante. Las hojas de los árboles caían suavemente sobre el verde césped. El sol caracoleaba lento sus rayos por entre los enormes árboles del parque solitario en medio de la montaña de concreto, hierro, humo y ruido infernal. Los pasos del Vendedor de Sueños pisaban el camino suavemente, mientras andaba cara al sol. Su rostro de pedernal frío recibía el viento quieto. La mirada fija como de cristal viviente se perdía en algún lugar del parque sin tener distancia fija donde posarse.

Contrario a lo que piensa la mayoría de la gente, soñar es sencillo. Soñar hermosos sueños bajo la luz de luna es natural y simple ¡Qué bellos sueños pueden tener! Y el Vendedor de Sueños tenía esa sencillez y humildad que la frescura de los campos parecía tan real en sus sueños ¡Qué bellos sueños tenía!

El viento de los sueños es un ser viviente que camina sobre los durmientes de un enorme ferrocarril de voces elásticas. El olor en los sueños es una hiedra mansa que circula nuestros sentidos para dar sensaciones de color y un sabor a viento purificado por las algas marinas que caminan sobre nuestras pupilas, volviéndonos suaves, inmensos o canción, ritmo, llanto silencioso o voz que se forma entre los mil colores brillantes de un arco iris que deslumbra el tacto. Sí, el color de los sueños se toca y la superficie se siente entre los dedos. Soñando se siente la corriente apacible de un manantial con su murmullo de formas y su olor a hojas llenas de rocío al amanecer y se tocan los olores con nuestros dedos.... Hermosos sueños se construyen cuando la demanda es tanta... Por eso dice el Vendedor de Sueños que es sencillo soñar hermosos sueños para venderlos. Muy sencillo es.

Es tan sencillo juntar todas estas imágenes en las pupilas brillantes y esperar que los compradores con sus rostros fríos y tristes se acerquen para escoger su sueño dorado. Y justamente, los sueños se venden tan rápido que soñar y vender esos sueños es un negocio simple y rápido.

Para decirle que los hombres más resecos y fríos compraban un sueño, su sueño más añorado y bello adquirían y se iban con sus ojos brillantes en lugar de aquella mirada gris que traían cabizbajos por la calle solitaria. Iban con la rosa asida en su puño y la felicidad marcada en su radiante rostro. La llorosas mujeres venían y al reflejarse en la pupila de los sueños hermosos del Vendedor de Sueños, cambiaban, con sólo verlo cambiaban.

Los sueños comprados tienen la magia de cambiar el reseco y árido desierto en un frondoso bosque lleno de cantos y arrullos de savia viva que comienza a circular en la sangre de los compradores ansiosos que hacían largas filas frente al vendedor de las fantasías más añoradas.

Venían los compradores, ese ejército inmenso de solitarios, tristes, melancólicos e infelices hombres y mujeres y, a cambio de una moneda, un beso, cariño o poema, recibían el ansiado sueño; entre su risa de azul cristal iba ese alegre sueño como cascada que trocaba cada lágrima en un diamante claro.
Y era sencillo todo. Vendía los sueños y al otro día tenía tantos como ayer y en muchos casos, sueños más bellos que el día anterior. El amanecer grandioso sonreía con su luz naranja con vuelos de aves trinantes, y los rayos minúsculos del sol iban filtrándose lentos en los ojos del Vendedor de Sueños, sonriente y feliz de tener tantos sueños ese día para vender a todos los compradores, pues si un sueño se vende, mil tristes hombres reclaman su sueño para vivir. Se vendía el ansia, el amor, el cariño, la amistad, la pasión, el ardor, la sensualidad, la felicidad, todo recubierto de una fina capa de común fantasía y espejos mágicos que dieran la impresión de ser reales al comprador ansioso.

Sí había sueños para todos los gustos y para todas las clases; sí, había sueños rojos, verdes, aguamarina, azules sueños, amarillos, blancos, celestes, naranja, violeta, tornasol, rosados... Sí, los sueños tienen colores... Y olores también. Olor a miel, olor a marfil, a mar bramante, a bosque florido, a tierra mojada, olor a cielo, olor a perfume, olor a manantial, olor a trino de pajarillos, olor a silencio, olor a felicidad, olor a canto, olor a mirada, olor a la voz amada, olor a murmullo. El olor a felicidad fue el sueño más solicitado. Había días en que se agotaba con insólita rapidez el sueño de la felicidad en aguamarina y con luz de luna. Pronto alcanzaba precios exhorbitantes, pero aún con precios altísimos se agotaba.

— Soy — decía una triste señora elegante, fina y bellamente melancólica,— una mujer que todo lo tiene, pero la felicidad no he conseguido. No la encuentro, caballero Vendedor de Sueños. La busco en el lujo, en el lujurioso verso, en la ardiente carne y...— Un sollozo quedo cortó sus palabras y rehuyendo la mirada prosiguió: — Busco ansiosa la felicidad pero no llega. He andado por todo el mundo, los mejores médicos me han visto y los hombres más famosos me frecuentan, pero la felicidad no he logrado vivir ni un segundo...— 

El vendedor de sueños no buscó tanto. Trajo un espejo sencillo, lo puso frente a la melancólica señora y la hizo ver su imagen en él, diciéndole: — Sonría mi amable señora y verá. — La mujer dibujó una bella sonrisa y en sus ojos se marcó para siempre la felicidad.

El Vendedor de Sueños le dijo al despedirla: — Usted buscaba la felicidad por todo el mundo y nunca la buscó dentro de si misma. Ahí estaba, la sonrisa es el mejor adorno de la felicidad que todos guardamos dentro.

Partió la dama con la felicidad marfil de una sonrisa viva en su rostro. El sueño de su propia sonrisa la hizo feliz para toda la vida.

Un hombre se llevó el ultimo sueño del día... La enfermedad más terrible de la actualidad lo estaba postrando: el stress. Ningún médico, sicólogo o experto logró curar el mal. El sueño lo curó. Era el sueño de un bosque ondeante de árboles, riachuelos transparentes y miles de criaturas vivaces, trinantes y locuaces en medio de un mundo verde profundo y flores brillantes.

El Vendedor de Sueños puso en los ojos del hombre el fabuloso sueño y curado quedó al instante. Al despedirse le dijo:

— El sueño te curará un tiempo. Cuida de encontrar un lugar apacible y bello como el que llevas en tu mente y cuídalo mucho y serás feliz para siempre. — 

La sabiduría y el sueño daban felicidad a miles de compradores y los sueños volvían a reconstruirse al otro día. El Vendedor de Sueños íbase sintiendo más dichoso también. Traer la felicidad a un infeliz lo hacía feliz.
Un día, el triste día, presentóse ante él un harapiento niño. Hambriento se miraba, macilento y terriblemente demacrado, pero al acercarse sonrió con frescura de flor y le pidió un sueño de felicidad al Vendedor de Sueños. Este le ofreció uno de dicha, mas, el pobre niño no podía pagarlo. No podía pagar el sueño. Tan pobre era que no hubo sueño por barato que pudiera llevar. Hasta el olor de la tierra mojada le ofreció, pero el precio era inmenso para el miserable niño.

No hubo trato y el Vendedor de Sueños quiso dar un sueño regalado al niño. No aceptó diciendo sencillamente: — No es eso lo que busco. Tampoco lo quiero gratuito. Ganarlo quiero. —

El Vendedor de Sueños movió los hombros y guardó los que quedaban y se fue a soñar nuevos sueños para volver al día siguiente.

Recostado estuvo esperando ver las titilantes estrellas para ofrecerlas a una mujer que verlas quería. Quiso soñar un amanecer bajo un árbol viendo nacer el sol que un hombre de los países del norte añoraba. Trató de evocar con imágenes un idilio perfecto para la niña de Guatemala pero no pudo. Murió de frío aquella niña hermosa a la que Martí cantó. No, no hubo sueño posible, la imagen del niño estaba posada en sus pupilas y la Niña de Guatemala moría a cada momento por el frío tremendo que la abrazó.

Al otro día se hicieron grandes colas de compradores delante del Vendedor de Sueños. El único sueño que traía era la risa inocente del harapiento niño. Ese sueño no gustaba. Y sin sueños siguió. Y así pasaron los días.

Se animó y buscó al niño en aquella tremenda selva de edificios y transeúntes indiferentes. La gélida ciudad no cobijaba al niño. Encontró otros vendedores de sueños y todos se quejaban de la sonrisa inocente de un hambriento niño y de triste mirada. Todos los vendedores de sueños siguieron la huella del niño.

Aparecieron anuncios en todos los medios, pero el niño no aparecía. No sabría leer. No tendría televisión. Buscaron en los parques y lugares de multitudes. No aparecía. Al fin lo encontraron tendido en el césped marchito de un parquecito marginal.

Lo halagaron y ofrecieron todos los sueños del mundo con los mejores y más brillantes colores y los más grandes y bellos juguetes que ningún niño soñó tener jamás. Nuestro Vendedor de Sueños, el triunfante vendedor, ofreció su mejor sueño y el niño respondió tristemente: — No, lo que yo quiero no es un sueño, sueños más bellos que los de un niño como yo no hay. Sueños como éstos no hay sobre la tierra y universo. Los niños alcanzamos mercurio con su rojo de rosa; el cielo hemos estrechado en nuestras manos; los bosques silenciosos o los jardines floreados llevamos en nuestros ojos. Todos los sueños bellos, alegres y felices han sido de los niños y los hemos compartido con todo el mundo. Sólo nos falta a millones de niños, señor Vendedor de Sueños, el sueño que queremos para seguir viviendo: Un mendrugo de pan por justicia y la paz que añoramos.

Nadie, absolutamente nadie de todos los presentes entre sus miles de sueños pudo encontrar ese magnífico sueño que los niños querían.

El Vendedor de Sueños se metió el sueño en los ojos. Y osó soñarlo. El sueño más bello que jamás soñó, ahora soñaba, el pan y la paz que jamás vendería. Comenzó a repartir sin costo, apenas a cambio de un verso, una tierna canción o una sincera sonrisa.

Por ello cuando alguien le ofrece el cielo estrellado y la tierra bajo la luz de luna por ese sueño que lleva dentro, contesta humildemente: — Este sueño de pan y paz no se vende. Sin este sueño hecho realidad nunca seremos felices en la tierra.

Por eso, amigo mío — prosigue fraternalmente — Por eso tal vez nunca seré el vendedor más grande del mundo, pero sí el más feliz del universo."
 

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