jueves, febrero 13, 2014

CUPIDO TE AMO, CUPIDO TE ODIO... jajaja

YO ME ARREPIENTO DE ESTE AMOR
¿Quién no ha hecho el ridículo en su legítimo propósito de enamorar o retener a alguien?
¿Quién no ha protagonizado, siquiera una vez, un episodio sentimental entre cómico, patético y absurdo?

Todos tenemos memorizada nuestra propia colección de huachaferías y torpezas. Todos sabemos muy internamente de qué bobadas conviene arrepentirse.
Ahora que estoy solo, sin novia, me gusta matar el tiempo examinando mi pasado, tratando de proyectarlo en mi cabeza como si fuera una película muda. Me resulta útil verme a mí mismo en cámara lenta, cuadro por cuadro, porque así puedo detectar cuándo y dónde fue exactamente que metí la pataza. Cierro los ojos, la película avanza en el ecran ficticio de mi cerebro y ahí estoy yo –siempre tan pavo, tan apresurado, tan kamikaze– sufriendo los estragos de mis más geniales estropicios amorosos.
Ese ejercicio puede sonar medio delirante pero me ha permitido reconocer que hay decenas de cosas de las que indudablemente me avergüenzo y arrepiento. Quizá ventilarlas aquí sea una manera de exorcizarlas.
Me arrepiento, por ejemplo, de haber abierto mi bocota para decir ‘te quiero’ tan repetida e indiscriminadamente. Hoy ya sé que es mejor dosificar esa expresión (pero, claro, la sabiduría –como dice García Márquez– llega cuando ya no nos sirve para nada).
Me arrepiento también de haber querido ser el enamorado perfecto, el epítome de Kevin Arnold, el chico Fisher Price que busca a su chica Hello Kitty.
Me arrepiento de haber compuesto, cantado, grabado y masterizado baladas francamente horrendas.
Me arrepiento de haber invertido en comidas y regalos infructuosos un dinero que me habría servido, tranquilamente, para viajar a las playas de Tailandia.
Me arrepiento de haberme vuelto loco de celos. De haber espiado desde un árbol a una enamorada que estudiaba con un amigo, y de haber pernoctado bajo un farol esperando descubrir una infidelidad que jamás se produciría.
Me arrepiento de haber perdonado traiciones y, desde luego, de haberlas cometido.
Me arrepiento de haber regalado más peluches que libros, más flores que discos, más frascos de perfume que botellas de vino.
Me arrepiento de la tarde en que dejé de alquilar ‘Muerte en Venecia’ y renté ‘Serendipity’ para verla con ella.
Me arrepiento mil veces de haberme dejado arrastrar al concierto de Shakira y de no haber podido convencerla nunca de ir al estadio un domingo de Clásico.
Me arrepiento de haber bailado algunas canciones de Chichi Peralta y haber aprendido de memoria varios temas de Montaner (Dios, lo dije).
Me arrepiento de haber escrito más poemas de los estrictamente necesarios (y de haber obsequiado el mismo poema a diferentes chicas).
Me arrepiento de haber querido cocinar, cuando bien sé que soy un desastre delante de las ollas, las hornillas y las tablas de picar.
Me arrepiento –cómo me arrepiento– de no haber hecho caso a algunas advertencias de mis amigos, cuyos consejos, por no convenirme, sobrestimé.
Me arrepiento de haber querido impresionarla haciendo piruetas en el carro para, dos horas más tarde, acabar en una comisaría, dando explicaciones por haber provocado un triple choque (y sin brevete).
Me arrepiento de haberme obsesionado con un par de causas perdidas y de haber querido forzar al destino a que juegue a mi favor.
Finalmente, me arrepiento de arrepentirme tanto, y sospecho que hay algo inútil detrás de estas 600 palabras. Uno siempre se repite, siempre vuelve a embarrarla y nunca –pero nunca– aprende la lección. Te castigas con grandilocuencia diciendo “pero cómo pude ser tan idiota de hacer eso”, pero en el fondo sabes que, tarde o temprano, si te enamoras, volverás a cometer toditas tus patinadas, una por una. Tu naturaleza así te lo demandará. Creo que arrepentirse no es un mecanismo para expiar una culpa. Arrepentirse es solo una manera de volver a equivocarse.

Equivocate pero nunca te huevees


Maldito Cupido

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